Sevilla recibió el año pasado más de tres millones y medios de turistas. Eso es mucha gente, una cantidad enorme, que multiplica por cinco la población de la capital de Andalucía. Es evidente que, para atender una demanda tan masiva, buena parte del negocio hotelero de la ciudad se ha volcado a aprovechar al máximo el tirón del turismo… con todo lo que ello conlleva. Son famosos los casos de ciudades europeas con características muy especiales —pongamos como ejemplo a Venecia— cuyos habitantes se quejan amargamente de que están perdiendo su esencia.
Sevilla es una ciudad que ha ejercido de capital del mundo cuando todo el comercio de las Indias pasaba por El Arenal y la Casa de la Contratación. También ha parido a emperadores romanos. No se va a asustar por la llegada de unos cuantos millones de turistas. Sin embargo, no es menos cierto que haría bien preservando su alma al margen de los letreros luminosos en lugares inadecuados —véase el contorno de la catedral como paradigma— y tratando de que sobrevivan lugares donde sucedan eventos realmente especiales, no del montón.
El Club Victoria es uno de esos parajes que han llegado para quedarse y formar parte del paisaje urbano hispalense… y de la bonhomía de sus habitantes. Somos un negocio cien por cien sevillano, lo que significa tener un espíritu integrador en relación a las culturas que nos visitan, pero haciendo siempre las cosas de «sevillanas maneras». Si usted desea llevar a cabo un evento profesional o personal que resulte imborrable para sus invitados, no lo dude ni un instante. La elección correcta es el Club Victoria.
