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Hay tres suertes de peces, largos como el brazo y más, que nombran dorados, albacoras y bonitos, los cuales persiguen a otros peces que vuelan, llamados «colondrinos» -largos, un palmo más también-, de óptimo sabor. Cuando los de aquellas tres especies encuentran a alguno de estos voladores, éstos, con prontitud, saltan fuera del agua y vuelan -pese a tener empapadas las alas- por trecho mayor que un tiro de ballesta. Durante cuyo vuelo córrenle los otros detrás por debajo del agua a su sombra. No acaba aún de caer el primero en el agua, que ya en un decir Jesús, lo han apresado y comido. Cosa, en verdad, bellísima de ver.
Antonio Pigafetta